¿Y si mejor escribo?
No, pero la ropa, sí la ropa, hay que lavarla. Y entonces, mientras la ropa, los exámenes, pero también hay que comer y pasar por mi hija a la escuela. El café temprano es imperdonable, pero no esa sopa negra que hay en la cafetera del trabajo, es un asco, ha de ser café Marino. Oh sí, la ropa, no olvidemos que hay que ponerla en la secadora. Y después revisar los tareas llenas de faltas de ortografía y vacías de originalidad, pero también debo ir al banco y de paso a poner gasolina, en ese viaje que no se me olvide pasar al mercado hay que traer jugo, leche, carne ¿qué mas era? canela. Sí, que no se me olvide la canela. La comida de la perra, tampoco debo olvidarla. Tuvo perritos, hay que averiguar el sexo: cinco hembras, dos machos. A ver cómo le hago para regalarlos. ¡Pero la ropa! y de paso los trastes, no he trapeado el piso de la cocina en una semana, hace casi un mes que no tallo el piso de la regadera. Ya ni me miro en la los espejos del baño, están empañados por el agua dura, que hay que pagarla, y no le he revisado el agua al carro, más me vale que también haga eso. Y J.D. Salinger espera pacientemente, el Sr. Vallejo anda de copiloto conmigo, ya habrá tiempo, sí, ya habrá tiempo.
¿Y si mejor escribo o corrijo lo viejo?
Alex quería que le revisara un texto, hace casi un mes que me lo dio, tres semanas que lo perdí y es que Alex, con sus dieciséis es de los mejores escritores que conozco, sí, debo leer lo suyo, él confía en mi juicio, me está esperando para continuar lo que escribe.
Pero no he doblado la ropa y también tengo que bañarme, en maquillarme pierdo casi quince minutos y no me he cortado las uñas en un mes, ni hablar de arreglarme las cejas, por eso mejor me dejo el fleco largo, para no parecer una Frida Kahlo cualquiera.
Odio salir de la casa porque en cada viaje se pierden dos horas y luego, si se me antoja ir al cine es un día desperdiciado.
No he visto a mi mamá, por lo general mato dos pajaros en un viaje cuando vamos a caminar al mercado de los miércoles y platicamos mientras compramos calabacitas, tomates pequeños y rebotoncitos, chiles y el suéter maravilloso que me puse hoy y que todas las niñas chulearon en la escuela y me preguntaron dónde compré y a las que siempre respondo: "gracias, fue muy barato", es un secreto, pero fueron veinte pesos, para ser exacta.
Y es que, yo iba a escribir, la ropa sigue siendo un gran montículo sobre mi cama, y de qué chingados escribo, luego me preguntan por qué no he publicado y la beca quiensabequé y el encuentro en nosedóndediablos y la madre. Que es mi madre quien me pregunta por el hijo que sigue ¿a que hora, madre? ¿Quién lo cuida, madre? ¿Quién tiene la paciencia, madre? ¿Quién tiene el tiempo, madre?
Yo no.
(y debo diseñar el examen semestral, y la Ninis le anda huyendo al baño y los talleres literarios tres dias a la semana y no se te olvide pagar los teléfonos, la luz, el cable y nunca, pero nunca se te ocurra llegar tarde al trabajo y también tienes que dormir...)
