viernes, 26 de abril de 2013

Ahora cruzo la frontera para ver a mi madre, fumigar el patio, bañar a la Violeta, comer taquitos de aguacate frente a la estufa mirando por la ventana, airear la minicasa. Beso curas cuando los escucho decir palabras como "pinche".  Escribo cosas que hablan de la ambivalencia, la hibridación, la subalternidad y el discurso poscolonial. También escribo de la afasia, de la migración y de la lengua societaria. Me detengo en el cuerpo y y le pongo nombres tan rebuscados como "realidad política". Leo a feministas de la posguerra en España. Casi no cocino ni me ocupo de nada en la casa. Cambio el agua de los peces. Cuando necesito paz veo "Mad Men". Mi relación con los alumnos de universidad gringa es ultra distante desde mi perspectiva y ultra cercana desde la suya. Tengo alumnos árabes, vietnamitas, coreanos, filipinos, chinos, musulmanes, judíos, y algunos que la primera vez que votaron lo hicieron por Bush. Tengo alumnos de 65 años con principios de demencia senil. He reconocido la gramática. Cada vez que estoy en mi oficina no puedo dejar de pensar que tengo cinco pisos encima y que en un descuido todo eso puede aplastarme. Transito en carro híbrido por la calle Adams porque odio el freeway 8. A veces me compro un café pero me he hecho asidua consumidora de iced mint green tea o de black apricot tea, half the ice, no sugar, please. También mezclo yogurt griego de granada con almendras y en los ratos de nostalgia voy por tostilocos con todo, por favor, aunque luego me duela la panza. Cuando voy a México respiro hasta acabarme todo el aire con olor a gasolina y azúcar quemada, a heroína derretida, a drenaje y caldo de pescado, a sol, a sal de brisa, a abrazo.


jueves, 25 de abril de 2013

Los helicópteros de la migra me arrullan.

Sweet lullaby, my dear. Close and choppy.

jueves, 18 de abril de 2013

Todo amontonado.

...es lo que pedía, pero qué agobio, me cae.

viernes, 12 de abril de 2013


Compro a Ninis una pijama coral y unos zapatos de hiking para su primer viaje escolar (estará fuera de casa una semana entera), le pido que se los pruebe y que me deje verla. Se cambia en el baño, al salir le digo que se ve linda, que está my grande... cero originalidad, las mismas cosas ridículas que decimos todas las madres a los hijos. La abrazo. Ella me deja abrazarla y me dice en voz seria y baja:

--Ahora sí, me veo como pocha en domingo... sin ofender... es decir, no a tí. Sin ofender a las pochas.


Hay cosas que no me atrevo a releer. No sé por qué ni para qué guardo y escondo. Supongo que es un plan alterno de mi memoria que exige fetiches, palabras, huellas, pistas que tengan el poder de devolverme tristezas, melancolías, faltas, dolores.  Es una pendejada.

Cada que cumplo años alguien me envía un poema. Tiene gusto exquisito que no sé corresponder (pa escoger poesía soy la más cursi, la más lugar comunera, la más ridícula, la peor).

A mí me funciona más hablar de preocupaciones o de asuntos odontológicos (no ontológicos, pa eso tampoco sirvo).

Últimamente  mientras manejo a solas, cada vez que un recuerdo me lleva a un lugar incómodo digo en voz alta: "es mejor que me calle".

domingo, 7 de abril de 2013

Ambivalencia/hibridez. Discurso poscolonial. Subalternidad.

(¿por qué me meto en estos líos, diría usted?)

(My question, exactly)
Ahora esas montañas del sur son Tijuana.
Dos años después. Otro país, misma frontera. Un lunes con subjuntivos y bilingüismo. Una lista de pasajeros que no tiene mi nombre. La primavera del sur que es norte. Agua que se desliza por las cañerías de estas paredes que no son mías cuando el vecino del segundo piso toma un baño de media noche.

Últimamente observo los cuerpos: flacos, pandos, los labios secos, las manos brillosas. A veces veo manos con pan sin mesa. Pan y manos en la calle, en el estacionamiento de la propina, tambien en la ventana del semáforo.

Esto no es populismo, no se confunda usted. Es algo en lo que pienso mucho estos días: el hambre y la tristeza. Cada día veo alguien triste y no hago nada. No se si es respeto, indiferencia o negación. La tristeza no es algo que aparece y desaparece así nomás. La gente nace triste, sin cosas tan elementales como la imaginación, la esperanza, la libertad, la risa, el deseo, el gusto del calorcito en la comida, el olor de la fruta, el aprender a decir frases vitales para la existencia humana como: "se me hace agua la boca". La tristeza es una plaga y nadie está haciendo nada para acabarla.

Ayer mi madre me decía de una mujer que se suicidó luego de matar a sus dos hijas. Escribió una carta, les cubrió los ojos y la boca y las colgó, luego salió y se colgó de un árbol. En la carta explicó algo del hambre, de la pobreza, de la enfermedad, de que se quedó ciega, de que ya no había nada más.

Y no sé qué es más noble, eso o abrir las ventanas de los niños, dejarles desayuno, para luego encerrarse en la cocina, tener el cuidado de sellarla con toallas mojadas y abrir la llave del gas.

...sin embargo quizá esa mujer no tenía cocina, ni estufa, ni gas, ni nada para dar de desayuno. Siendo así creo que lo mejor que puedo hacer es callarme.

martes, 2 de abril de 2013

la muchacha hondureña que frió las alitas de pollo y los plátanos lanza la pregunta:

¿Hablas ingles y español?

tú eres de las que tiene doble vida.

(permanecemos en silencio, Ninis no sabe qué responder)

La gente que tiene dos lenguas vive una vida diferente en cada idioma.