Todo empezó así: me levanté con ganas de que me correteara un perro, entonces spinning. Quince antes de las nueve ya iba en camino, semáforos verdes, nada podía ir mejor, hasta que al llegar a la clase yo era la única. Las chicas del gimnasio me convencieron de que dejara descansar a la istructora de bici y me fuera a la case de al lado. Desconfíe hasta del nombre: Zumba. Ahí estaba yo, al lado de señora de 50 años e instructora buenota moviendo caderitas, dando saltitos, haciendo pasos que sólo al Pato y al Tambor les salen bien.
Pensaba: por qué te dejaste convencer si lo que querías era una corretiza. No tienes coordinación, ve nomás, y lo peor es que no te da vergüenza, bueno, la señora esa está peor y ella siempre toma la clase. Caderita, caderita, uno, dos, tres, cuatro, reguetón, saltito, reguetón.
Ni siquiera hubo un gesto dramático de boxeador, sólo tome mi toalla, mi botellita de agua y con una sonrisa le dije a la del reguetón que me iba a la bici. Yo sola, con musiquita propia y regalada, hasta evilore se puso contenta.
Al volver a la casa tuve la gran idea de arreglar el patio, pintar, mover plantas. En esas estaba cuando vi pasar al Pepillo, que es el vecino que hace las chambitas. Le encargué las plantas y me fui a San Diego, ya iba llegando a Tijuana cuando sonó el telefono. El Pepillo había roto una tubería de agua y no sabía que hacer. De vuelta a la casa mi papá gritaba preguntando las razones por las que estaba la tubería rota, el agua corría por toda la calle, el Pepillo nomás veía el suelo. Tuve flashbacks de toda mi infancia y adolescencia y entendí porque se me antoja que me pongan una corretiza. Con una sola frase callé a mi papá, fue algo suave, pero dicho con el tono de voz ese de chingoncita que a veces me sale muy bien
--Después nos regañas, ahorita hay que cerrarle al agua.
Mi papá debió ser policía o meteorólogo, siempre quiere saber causas y razones, que si no coinciden con sus hipotesis retuerce hasta que lo hagan. Además, todo el tiempo está prediciendo el clima, se emociona como nadie cuando llueve (es un hombre que necesita amor, pero que no sabe como pedirlo, entonces apendeja con sus reclamos y es más rencoroso que yo).
Malditos hombres. Me vi de chica cuando se me rompía un vaso y en lugar de recoger los vidrios me soltaba llorando porque ya sabía la gritíza que me esperaba. Y luego dicen que por qué una es como es. En fin, la inundación se detuvo, el jefe no volvió a hablar y se fue a su casa, yo de vuelta con rumbo a San Diego.
La línea no estaba mal, mi tranquila descortesía al volante la hizo mas rápida.
Como ya le he dicho antes, el infierno es una Walmart, pero en el infierno venden pintura barata.
Salieron mis complejos raciales. Por qué será que las tiendas sandieguinas en las que trabajan mexicanos de Tijuana son tan ineficientes. Los puede usted ver con todo el bagaje de la burocracia priísta en el "no, no hay, no se puede, es muy difícil, no tengo autorización". En Walmartijuanos no quisieron igualar el color de pintura que yo pedía. Entonces no hice la faramalla de llamar al manager y me fui a Walmartchinosgüerosypochos, en la segunda igualar mi color no sólo fue un reto, sino una celebración en la que una oriental y una gringa cuarentona gritaron "teamwork!" y se dieron un feliz high five después de poner la cubeta de pintura en mi carrito.
I know, some people are assholes and some are just freaks.
Conforme el día avanzaba los desatinos crecían. De todo tipo, incluyendo el racial, por ejemplo confundí a un hombre con otro solo porque ambos eran negros.
fue un día raro en el que siempre sentí que estaba cuatro minutos demasiado tarde o demasiado temprano para algo, pero todavia no sé para que.
(Lo bueno es que lo pasé con Ninis, que comió, que caminó a mi lado sin tomarme de la mano -porque ya es niña grande-, que le compré la nieve que quiso, que casi no peleamos, que llegamos enteras a la casa)