domingo, 27 de octubre de 2013

Mi primer encuentro con Pedro Juan fue el 14 de octubre de 2013 a las 4:00 pm en el UNEAC en La Habana. Me vestí de azul marino y me puse lipstick rojo. Él estaba en un porche con mecedoras blancas, hablaba con escritores rodeado de plantas tropicales.

Parecía un dinosaurio.

Después de escuchar una lectura de poesía sobre la diáspora cubana (que me dio muchísimo sueño) nos fuimos. Pasamos por la casa de Marilyn Bobes, pero no estaba.

Caminamos juntos por el malecón. Una ola casi nos rompe encima y cuando nos cubrió de chispitas de agua salada él me dijo: "es un regalo."

Caminamos hasta la cafetería de la FIAT. Yo iba anotando cosas porque ya todos sabemos que no es que sea tonta, es que tengo una memoria de la chingada.

Entre lo que anoté están estas frases:

Soy completamente dictatorial, yo no presento a los me hacen malas críticas.

Trilogía fue una venganza, al final todo se estaba conviertiendo en sal y agua.

Ningún escritor es inocente, ninguno escribe por escribir.

Fueron años de hambre y te vas llenando de rencor, de malos sentimientos.

El rey de La Habana es un residuo de Trilogía, que ya no pude poner ahí. Hay muy poca ficción.

Yo en aquel tiempo venía con mi mujer a esta cafetería y nos sentabamos allá en aquella mesa, era un sitio gay lleno de travestis grandísimos y bien dotados, nos divertíamos muchísimo con ellos, se les salían los güevos de las faldas. Yo me compraba una botella de ron y una cocacola y me la bebía entera con ella.

Lezama Lima vivía en el centro del barrio de Colón. Putas, chulos, negros guapos, la morralla, la escoria y se negaba a aceptar aquella realidad. Escribía a partir de sus lecturas.
Alejo Carpentier se construyó un personaje diletante, surrealista pero era muy pobre, vivía en la calle Escobar #10, en un solar, en una cuartería y también escribía de sus lecturas.
Los dos se construyeron un personaje, pero ignoraron su realidad, su entorno.

Yo me aparezco con una propuesta diferente. Nadie me conocía, así que cuando salió Trilogía, los escritores y la crítica de Cuba se preguntaban quién era este advenedizo que viene a decir cómo es la realidad cubana. 

Hay unos que dicen que lo que yo hago no es literatura, pero a mí no me importa, yo ignoro a la crítica y ellos me ignoran a mí.

El objetivo que tengo ahora es publicar todos mis libros en Cuba antes de morir, aunque sea cada cuatro años.

Se necesita tiempo para escribir, es necesario sedimentar las experiencias.

Desde el 91 pensaba en una novela que apenas estoy a punto de terminar, es sobre Fabio, un amigo que se suicidó.

En el 91 empezaron las jineteras, los pingueros, pero los cubanos quieren olvidar todo eso.

Tengo el presentimiento de que hay una descarga inicial en los escritores: cuatro o cinco libros y después te vas tranquilizando. Yo estoy en esa etapa.

Hay que ser egoista. Todo escritor tiene que ser egoísta, todo artista.

Yo soy un testarudo.

Hablamos un rato, no sé qué tanto. En el diálogo recuerdo que me dijo:
–Hay quien dice que la literatura cubana es una antes, y otra después de Trilogía.
Yo le respondí:
–Yo creo que Cuba es una antes, y otra después de Trilogía.

Después de estar un rato en la Cafetería de la FIAT caminamos en dirección a Campanario. En el camino siguió la conversación hasta que vi a un muchacho corriendo en dirección opuesta a nosotros iba en shorts y tank top, corría haciendo jogging, pero encima llevaba un aparato rarísimo, yo no entendía lo que era, hasta que lo tuve cerca: se trataba de un restirador de dibujo que llevaba colgando de los hombros con una especie de arnés. Iba corriendo al mismo tiempo que iba dibujando. Pedro Juan no le puso mucha atención, yo se lo hice notar porque se me hizo algo extrañísimo y el con toda la naturalidad del que lo ha visto todo en el malecón, me dijo: "Ah, mira, es otro loquito del malecón."

Yo y Pedro Juan en ese momento no fuimos nada más que otro par de loquitos caminando por la tarde en el malecón...

Pedro Juan entró a Centro Habana por la calle Campanario, pero antes me preguntó si sabía cómo volver a mi hotel. Con mucha paciencia me indicó las calles que debía evitar, me dijo que cuidara mi bolsa, que no cargara con mi pasaporte, ni con mucho dinero, que dejara todo en la caja fuerte del hotel. Fijamos una fecha para la primera entrevista. Me dio un beso en la mejilla y cruzó la calle para ir a su edificio. Lo vi perderse entre los andamios y los bicitaxis, iba de caquis, con una polo de grandes rayas rojas y blancas, ya no me pareció un dinosaurio, sino un marinero en domingo. Caminé hasta La Habana Vieja despacito, incrédula, pensando en mi suerte y en la cabrona exactitud del horóscopo que me leí la semana antes de salir de viaje.

Al llegar a mi hotel escribí esto:

"Hoy Pedro Juan Gutiérrez me invitó una Bucanero en la Cafetería de la FIAT frente al malecón. Nos obligaron a comer papas. No sé por qué lo imaginaba chaparro. Tiene la mirada del Róber y odia la crítica literaria. Me contó que en el tiempo en que escribió El rey de la Habana iba a esa cafetería con una ex y que se compraba una botella de ron y un refresco y se lo bebía  todo con ella frente a los travestis a los que se les salían los güevos de la falda."








jueves, 10 de octubre de 2013

La maleta no está hecha
Me cambiaron el hotel tres veces, me dejaron en el peor
El sueño se fue hoy a las cuatro y pasaré mí sábado desde la media noche hasta poco antes de la puesta de sol en aviones y aeropuertos.

Dice Mario que el cuento es un hotel.

Hace muchos años que no tengo un viaje para mí sola.

Odio empacar.

Ya no recuerdo cómo era la vida sin internet. Cuba viene a refrescar la memoria (otra vez).



domingo, 6 de octubre de 2013

Respira Rosarito, que en pocos respirarás Habana.
Quisiera tener cabeza y palabras para narrar que hoy vi a un vecino bañar su caballo cuando se calmaron los vientos de santana y que me dan mucha tristeza las feministas que atacan, descalifcan, desprecian gratuitamente a otras mujeres en lugar de unir fuerzas y ayudarse.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Será un vestido amarillo con cola de rumbera. Un frutero con plátanos de plástico y una piña de peluche en la cabeza. Flores de poliéster simulando seda. La boca roja y un habano, la piel teñida con yodo. Así saldré de Tijuana y no dejaré de mover los hombros hasta llegar de madrugada al aeropuerto José Martí en La Habana.