Su voz es la de un Rodolfo: gutural, alcohólica, fumada, aguda, aguardentosa, la de un hombre que está acostumbrado a ser obedecido sin discusión, a dejar clara su autoridad; sin embargo creo que se llama Roberto. En la entrada nos encontramos con él y las chicas que vigilan la puerta: nos da instrucciones, nos dice que debemos decir a las morras que entrar al taller no es obligatorio. Le digo que ellas ya lo saben, que durante la visita pasada se los hicimos saber. Me interrumpe con decisión
para decirme que debo hacer las cosas como él dice, luego habla de manzanas podridas que echarán a perder al grupo, continúa con una letanía que escucho a medias. Vuelve a las indicaciones; ya la vez pasada dijo que no hiceramos caso de las mujeres que dicen ser maltratadas o golpeadas, que lloran pidiendo volver con sus familias, que no olvidemos que todas ellas son adictas y que usarán toda suerte de chantajes con tal de producir nuestra compasión para convencernos de mandar mensajes al exterior, mismos que están prohibidos, cualquier nota debemos entregarla en la puerta, para que ellos tomen
medidas.
Yo envío un mensaje de texto con mi celular mientras todo esto ocurre. Me hago buey porque me encabrona sentirme regañada o mandada, pero estamos en el centro de rehabilitación y él es quien lo dirige, el que permite mi entrada y el que puede impedirla. Entonces, me quedo quieta y callada, continúo jugando con mi teléfono y oigo desde el lugar más lejano de mi pasillo interior cómo Rodolfo o Roberto o Ruperto da indicaciones.
El piso del gimnasio reluce, es gris, de madera, cubierto con alguna superficie polímera. Ponemos nuestras bolsas en la esquina, junto a unas canastas donde hay balones y tapetes de yoga.
Saco punta a los lápices, llevo treinta copias de una versión del cuestionario Proust, ya sabe usted que soy fan, y que siempre inicio taller con él. Esme tiene planeada una dinámica, nos pondremos todas en círculo, de pie, y cada una presentará a la de al lado. Esme me presenta y me hace lucir como una superhéroe, yo la presento a ella y no sé como hacerlo, digo cosas vagas, que es risueña, que da los mejores abrazos, que le gusta mucho el teatro y bailar, que se acaba de divorciar y que es muy feliz desde que lo hizo, aunque en realidad no sé si es así, no hace mucho que conocí a Esme y esta es la primera vez que estamos juntas fuera de un escenario de fiesta o en una reunión de trabajo o rodeadas por un grupo de amigos.
Las internas se presentan una a la otra, hay quien tiene siete hijos, otra cuya hija se llama Amber, igual que la mía, hay una que funge como la madre de la más joven: 14 años. La mayor de todas las que asisten a esta sesión tiene 56. Todas visten de azul marino, casi ninguna está maquillada, hay ojeras, ojos hinchados, no sé si de llorar, de malilla o de dormir poco.
La Esme inicia la sesión, se pone al centro del círculo, yo estoy entre las internas, ella nos dirige a todas y nos pone a hacer cosas que a mí me parecen similares a rituales de brujerías y new age; habla de energía, nos frotamos las manos para generar calor y luego las ponemos a la altura de nuestros hombros, con las palmas hacia las compañeras de al lado, hay una fuerza que se siente, creo que la Esme quiere que compartamos energía, ella dice que estamos todas conectadas, que somos una. No sé pero yo siento algo y no digo nada.
Luego Esme habla de la unicidad, de los estereotipos y los arquetipos, una de las internas habla de los estereotipos en que se las ubica a ellas:
--Somos adictas, entonces robamos, es lo que piensa la gente de nosotras.
Voy vigilando el tiempo, a las 6:45 le digo a Esme que pronto cambiaremos la actividad. Todas estamos sentadas

en el suelo, una de ellas se levanta y va hacia la esquina, nos trae un tapete de yoga para que no estemos en el suelo, algunas más recogen el resto de los tapetes, los comparten. No dejo de pensar en los estereotipos cuando sé que ellas están cerca de nuestras bolsas, Esme y yo volteamos involuntariamente a vigilarlas, me siento un poco de la chingada cuando Esme acerca nuestras cosas hacia el lugar donde nos encontramos, no le pregunto por que lo hace, puede ser por cualquier motivo, pero creo que buscamos evitar que nos roben alguna cosa.
en el suelo, una de ellas se levanta y va hacia la esquina, nos trae un tapete de yoga para que no estemos en el suelo, algunas más recogen el resto de los tapetes, los comparten. No dejo de pensar en los estereotipos cuando sé que ellas están cerca de nuestras bolsas, Esme y yo volteamos involuntariamente a vigilarlas, me siento un poco de la chingada cuando Esme acerca nuestras cosas hacia el lugar donde nos encontramos, no le pregunto por que lo hace, puede ser por cualquier motivo, pero creo que buscamos evitar que nos roben alguna cosa.
Reparto lápices y cuestionarios, somos 25 mujeres en círculo. Hay preguntas:
-¿Qué es una virtud?
Luego otra voz:
-¿Qué es un prosista?
Respondo como puedo: con ejemplos, surgen más y más preguntas. Les pido que contesten con libertad y franqueza y que dejen en blanco lo que no quieran responder.
Cada quien se sumerge en su cuestionario, excepto una que no sabe leer, es flaca y alta. Esme la ayuda a responder. Al verla pienso en heroína o cristal, es por la única que siento un poco de pena. Alguien me quiere preguntar pero antes de hablar dice rapidísimo:
--SoyTulaysoyadicta.
No le entiendo, le digo que lo repita, lo hace pero con la misma rapidez, a la tercera vez le entiendo, me pregunta si ahí deben decir que son adictas antes de presentarse, Esme y yo acordamos que no.
Todas van leyendo sus respuestas en voz alta, terminamos con las preguntas: ¿cuál ha sido el error más grande de tu vida? y ¿cómo deseas que sea tu muerte? A la primer pregunta casi todas responden situaciones que tiene que ver con el uso de drogas, a algunas les quitaron sus hijos,otras perdieron amores, familia, libertad. Al hablar sobre lamuerte casi todas responden que quieren morir en paz, dormidas. Sólo una sonríe antes de responder. No se intimida, no hay ni un poco de pudor en su cara cuando dice:
--Yo quiero morir haciendo el amor.
Al final hay muchos aplausos.